
Hacía tiempo que no me retaba con una ascensión desafiante al nivel de otros puertos clásicos. La ventaja que veía en ésta era la proximidad, me quitaba la distancia de aproximación, y que resultaba relativamente tendida y breve, al menos eso pensaba. Me fui en coche hasta el nacimiento del Ebro, en Fontibre, y desde allí me lancé a la ascensión. Sobre el recorrido, copio de la página Web del pueblo de Brañosera, donde se encuentra una amplia descripción de la subida desde las dos vertientes y que suscribo: